Esclarecedor trabajo de investigación histórica sobre uno de los más preclaros precursores de la independencia nacional, líder la revolución de 1789 en el Alto Perú. el mismo que por su trascendencia histórica consideramos pertinente difundirlo a través de este block.
JULIÁN APASA NINA “TUPAQ KATARI”
Por: W. Jony Rodríguez Arizaca.
De él y su causa india, se han ocupado muchos, sólo basta mencionar los nombres de Daniel Valcárcel, Luis Durand Florez, Boleslao Lewin, Jorge Cornejo Boruoncle, Lillian Estele Fisher, Oscar Acevedo, Alipio Valencia, Oscar Cornblit, María Eugenia del Valle de Siles, Augusto Guzmán, Roberto Quila Luna, Marcelo Grondín, Felipe Quispe Huanca, Scarlett O’phelan Godoy, Ramiro Reynaga, Sinclair Thomson y tantos otros.
De ellos, unos se inclinan en afirmar que nació en el actual Cantón de Ayo Ayo (Bolivia), otros tan solamente hablan a partir de su infancia y otro puñado de historiadores -considerados como sus más próximos biógrafos-, sostienen que fue originario de Chucuito (Perú).
De estos últimos, está el boliviano Ramiro Reynaga (1989: 124) quien afirma que, Tupaq Katari nació en la población de Jayu Jayu del territorio de Chucuito. Está también Boleslao Lewin (1963) que parecidamente sostiene indicando que era originario de este lugar, vale decir, de Chucuito. Asimismo, Felipe Quispe Huanca (2007:29), también boliviano, añade que era hijo de Nicolás Apaza y Marcela Nina, ambos, naturales de Chucuito y que murieron ellos cuando Julián Apaza tenía alrededor de 7 años. Y, no faltaría los peruanos, puneños en sí, Alfonso Torres Luna y J. Alberto Cuentas Zavala, quienes también afirmaron que Julián Apaza, era natural de Zepita (Puno).
Dilema esta, hace que no podamos afirmar con exactitud acerca del lugar de nacimiento de este gran rebelde aymara. Más bien; por su legajo personal, los testimonios de sus confesiones y sentencia que se pronunció contra él en 1781, sabemos que era indio forastero, registrado en la jurisdicción del Cantón Jayu Jayu de la hoy provincia paceña de Sica Sica, Bolivia.
Remontándonos en tiempos aquellos, habría que advertir que el calificativo forastero, en el contexto colonial de la época, era aplicado a aquellos que no eran oriundos del lugar. Es decir, se aplicaba a sujetos pasajeros o individuos de lugares inciertos. En otras palabras, esto quiere decir que Julián Apaza, no era originario de ese lugar, tal como los documentos de la época lo atribuyen: indio forastero.
Los rumores de que haya sido tributario del ayllu Sullkawi, es porque se halló algún indicio, pero, nunca tributó, razón por ello que su esposa, doña Bartolina Sisa fue a parar a la prisión por cinco veces consecutivas (Sinclair Thomson, 2010: 254). Más bien, se sabe que su abuelo y parientes tuvieron familias bilaterales, tanto en Jayu Jayu Chucuito y Jayu Jayu Sica Sica, ubicado en la vera del camino a Potosí.
Seguramente que Julián, vino al mundo en la época en que sus padres y abuelos sufrían abusos extremos y ello sería más o menos hacia 1750 según cálculos de 1781, en que se le daba 30 años de edad. Los testimonios recogidos sobre su vida, indican que el niño Julián no pudo ni conocer bien a sus padres, pues, estos habían sido muertos en las minas de Potosí.
Como todo niño huérfano, se dice que fue abandonado a su suerte bajo la tutela de su abuelo quien lo deja de sirviente al cura de la Parroquia de Ayo Ayo (Bolivia), y, es allí donde sirve, como campanero, durante años. En ella, pudo ver con sus propios ojos el cómo sus mayores coterráneos eran torturados, objetos de engaños, mentiras, robos y todo tipo de vejámenes.
Conoció de cerca que la mayoría de los tata-curas (padres y sacerdotes), eran verdugos y mercenarios que se enriquecían ilícitamente a través de la usurpación (o despojo) de tierras y riquezas indias. Además, fue testigo de cómo en las casas curales, las mujeres casadas, viudas y vírgenes, además de cocinar, barrer sus patios, llevar agua, elaborar chicha y pan, eran violadas sin misericordia ni consideración.
Así, en esta época y situación, se hace hombre Julián Apaza, época en que sus coterráneos comunes terminan adeudados y despojados por completo. Así transcurre la penosa historia del siglo XVIII para los indios con miles de aborígenes exterminados tanto por la vía de las armas como por las enfermedades provocadas por los españoles y sus descendientes. Miles de hombres muertos en los socavones de las minas y en los lavaderos de oro, a raíz de la brutal explotación a que fueron sometidos. En otras palabras, la propia civilización parecía estar llegando a su fin.
Es ante ello, ante esta lacerante situación que Túpac Amaru II, Tomás Katari y hermanos, Julián Apaza Tupaq Katari y otros mandos regionales, se sublevan y preparan a sus hermanos de causa para declarar la guerra a sus opresores que la historia medianamente intenta decir.
Según nuestras investigaciones, Julián Apaza, estuvo durante varios años en contacto permanente con los hermanos Katari y Tupac Amaru II, preparando la lucha y la estrategia de liberación y emancipación de nuestros pueblos originarios. Doña Bartolina Sisa, esposa de Julián, declaró que el laborioso trabajo clandestino de concientización, preparación y organización político-militar, le llevó diez años (AGI. Buenos Aires 319, Cuaderno N° 4, Folio 59). Por lo tanto, Julián Apaza no fue ningún advenedizo como intenta decir la historia oficial haciendo creer que Tupaq Katari no estaba en persona en las revueltas del hoy provincias del sur puneño y en las sucesivas tomas de la ciudad de Puno, al suponerse que, por esas fechas se encontraría dirigiendo el cerco a La Paz y que en uno de sus declaraciones en juicio lo habría dicho así.
Naturalmente, Katari aprendido de la lucha armada tenía formas miméticas para engañar al enemigo, y tenía que negar todo para no involucrar a los otros mandos.
Felipe Quispe Huanca (2007), narra que, “Tupaq Katari viajo bastante a las comunidades y haciendas de Umasuyus, Larecaja, Chulumani, Pacajes, Puno, Chucuito, Santiago de Waychu, Qaqiawiri, Inquisivi y otros, a fin de relacionarse aún más con los importantes y principales, alcaldes mayores, kuracas, jilaqatas, mandones comunales, y así buscar dirigentes que tengan esa pasta de combatiente. Para ello ha tenido que buscar un hermoso disfraz, y el papel de comerciante, a fin de no despertar sospechas de los hacendados españoles”.
Seguramente que Julián, caminó todos estos lugares y distancias a pie; ida y vuelta, pues como indio le estaba prohibido que monte caballo. Se cuenta que, incluso, muchas veces en el camino tuvo que trabajar por la comida y, otras, las pasaba sin probar alimento alguno, con tal de tejer y hermanar a indios de regiones distintas.
Por tanto, su presencia en Puno, fue porque llevó esa preparación anticipada y no casual. Por ejemplo, dice el historiador indio conocido como “el Mallku”: “Antes de la toma a Puno, Nicolás Apaza (tío de Julián) y Andrés Wara viajan a Puno y Chucuito llevando consignas preparatorias” (F. Quispe, 2007:47).
De esta manera los indios estaban resueltos a pelear sin cuartel contra el enemigo, sin escatimar sus vidas, con tal de desquitarse el yugo opresor de los españoles y sus descendientes. Desde luego, la presencia de Julián Apaza no fue casual, además, se le ubicó en persona en las primeras revueltas ocurridas a mediados de febrero de 1781 en el sur puneño, exactamente en Zepita.
Cuando se declara la guerra, todos los pueblos de la antigua provincia Lupaca de Chucuito, se levantaron adhiriéndose a la causa y engrosaron las filas del ejército revolucionario. Los indios del Collao Ilave, Ácora y todo el sur altiplánico se plegaron a las tropas de Katari (D. Llanque, 1990:33). “Al parecer sólo aceptaban órdenes del aludido Túpac Catari. En Ilave le fue harto clara la proclamación de rey a Túpac Catari” (J. J. Vega.2003).
Iniciado el asedio a Puno desde el Desaguadero, las tropas kataristas marcharon hacia la ciudad lacustre de San Carlos. Enrique Cuentas Ormachea, en Prólogo a Puno Histórico de Alfonso Torres Luna (1968), describe la heroica resistencia de los puneños al mando de don Joaquín de Orellana cuando la población sufrió el asedio de las numerosas fuerzas indígenas de Tupac Catari y otros mandos.
En Ácora, mandó a quemar las casas haciendas, los templos y la cárcel. D. Llanque Chana, aunque equivoca la fecha, dice: “Katari, contando con el apoyo de los ilaveños y acoreños, arrasó Chucuito en mayo de 1781, luego sitió la ciudad de Puno el 23 de mayo después que Diego Túpac Amaru se había retirado” (Llanque, 1990:33).
J. Alberto Cuentas, narra igualmente que “los indios de Ilave y Ácora al marchar sobre Puno incendiaron totalmente la ciudad de Chucuito donde existía el mayor número de españoles” (Álbum de Oro, Tomo I, pág. 106).
El mismo corregidor Joaquín de Orellana que defendía Puno, reconoce y dice: “Los de Chucuito, comandados a lo que se cree por Catari, conforme a un pasaporte que libró en la capital de dicha provincia, se mantienen hasta ahora en distancia de un cuarto de legua de esta villa, con la mayor osadía, saliendo algún otro día a provocar a los de la caballería, con quienes han trabajado alguna vez sus escaramuzas”.
Julián “Tupaq Katari”, por cuestión de estrategia, salió de Puno con dirección a Chuquiago. Allí le esperaban otros mandos, pues la guerra estaba ya declarada. Por lo demás, habla la historia, no nos ocuparemos en este estudio.
Fue el 13 de noviembre de 1781 la fecha fatídica para Tupaq Katari. Al igual que Túpac Amaru, sufrió la suerte atroz que corrió su antecesor. Víctima de un engaño y cobardemente traicionado nada más que por su colaborador Tomás Inca Lipe a quien la corona española, recompensó su traición; recibió dinero y una medalla de oro con el real retrato de Carlos III labrada en Potosí, por sus valiosos servicios al ejército del Rey y del Dios. También ha recibido el nombramiento como alcalde mayor de Achacachi y es posible que haya tenido una hacienda llamada “lipe”, hoy llamada “Villa Lipe” perteneciente al cantón Santiago de Huata, Provincia de Umasuyus (F. Quispe, 2007: 110).
Fue entregado a los realistas, en la comunidad de Chinchaya y, en una ceremonia brutal, llevado a cabo en nombre de Dios y del Rey de España, ante una congregación masiva de aturdidos indios de toda la región circunlacustre, fue condenado a muerte. Su cuerpo sería descuartizado, y su ejecución sería efectiva el 15 de noviembre del mismo año, en la plaza de la comunidad de Peñas (Cajamarca), llamado también hoy el santuario de Nuestra Señora de las Peñas, situada en el altiplano de la hoy estado plurinacional de Bolivia.
La sentencia se cumplió no sin antes ser sometido a una despiadada tortura; se martirizó peor que al líder de los judíos llamado Cristo. Pues querían por este medio arrancarle los secretos de su organización política, militar y religioso, querían hacerle declarar en donde había escondido los tesoros recuperados de los hacendados y terratenientes españoles; Katari no habló la verdad, pese a ser reducido en la prisión a las peores presiones físicas, psíquicas y morales. Decidió morir destrozado y despedazado, pero preñado de muchos secretos y planes militares para siempre (Felipe Quispe Huanca, 2007: 112).
Primero le cortaron la cabellera larga que simbolizaba la energía y rebeldía que tenía Julián, luego le arrancaron las uñas, procedieron a cortarle la lengua, que simbolizaba acallar su voz y mensaje de rebelión; luego, procedieron al suplicio y destrozo de su cuerpo cobrizo aún en vida, por la fuerza de cuatro caballos atados a sus cuatro extremidades.
Pero, antes de ser cortada la lengua dijo: “A mí sólo me matarán, pero, ¡¡¡volveré y seré millones!!!”.
Según crónicas, al tiempo que cuatro caballos destrozaban en pedazos el cuerpo de Julián Apaza en dirección de los cuatro puntos cardinales. El grito acongojado de la muchedumbre respondía impotente a aquél primer grito.
Su cuerpo despedazado en porciones y dividido por sus extremidades fueron expuestos por todo el territorio del Qullasuyu en señal de escarmiento a los indios rebeldes. Su cabeza fue expuesta en el cerro de K’ili K’ili (La Paz), su brazo derecho en Ayo Ayo, el izquierdo en Achacachi; su pierna derecha en Chulumani, y la izquierda en Caquiaviri.
Más tarde, Su esposa Bartolina Sisa, siguió el mismo destino el 5 de septiembre de 1782, moriría también con espeluznantes detalles de tormento, estrangulada por los mismos verdugos que terminaron con la vida de su compañero de vida. Lo mismo ocurrió con su hermana Gregoria Apasa; junto a todos ellos un hijo de Tupaq Katari y Bartolina Sisa, de diez años de edad, fue aprehendido y nunca más se supo de él.
Pasado el tiempo, en el Perú, la posteridad no siempre ha sabido ser grata con este héroe de tanta prestancia. Total, es personaje indio, por eso seguramente. Más bien, es en la parte boliviana que existe una identidad confesa y por ende una diversidad de instituciones, desde una universidad hasta una nave satelital de telecomunicaciones que lleva el nombre de Tupaq Katari y que fue lanzado desde el continente asiático, al otro lado del mundo.
En la Región Puno, Socca es la primera y la única comunidad privilegiada en hacer llevar a una de sus Instituciones Educativas el nombre de este insobornable líder aymara, por lo demás, el nombre de Katari pareciera que solamente es usada por masas de huelguistas y politiqueras que traen a la memoria el nombre para arengar y vitorear en sus movilizaciones.
Ojalá alguna vez, otra generación con identidad aymara haga un justo homenaje.